Parte I
Llegué a Buenos Aires por la mañana (ya conocía la Ciudad) y, antes de arreglarme traté de hacer una cita con Nerea una escort que fue mi seudonovia un tiempo No tuve éxito porque no contestaba y además su buzón de mensajes estaba lleno.
Fije mi primera cita de trabajo para después del almuerzo y así me di tiempo de presentar mis credenciales a la primera chica argentina: Mía, de la página de Gemidos, tel. 4328-6398. La chica trabaja en su departamento tiene buen cuerpo, muy linda cara y plática agradable. Como dicen las Argentinas, es completa, o sea que incluye para el que quiere el servicio anal, el cual yo no probé. El trabajo que hizo fue bueno, oral sin sólo de probadita inicial y después colocó casi sin que me diera cuenta con su propia boca el preservativo. Precio $150 pesos argentinos por una hora, equivalentes a $50 USD. Bastante bien para el precio (pueden checar las fotos en la página www.gemidos.com.ar, pero aún me esperaban cosas mejores.
Mis reuniones de trabajo ni se las cuento, pero pude desocuparme a buena hora para poder visitar un lugar que me llamó la atención por el nombre: SOLID GOLD, sobre Azcuenaga, casi esquina con Vicente López.
Llegué como a las 22:30 y aún estaba medio vacío, pero con bastantes chicas en ropa bastante sugestiva. De inmediato me abordaron dos nenas en bikini, pero apenas pasados 5 minutos yo ya había hecho mi elección: una camarera bellísima, rubia, alta y con un cuerpazo que posteriormente pude comprobar que era todo natural. La chica no atendía clientela más que como camarera, pero con la ayuda de otras chicas y la oferta de una botellita de champagne accedió a sentarse conmigo. La verdad es que soy bastante perseverante cuando las cosas lo ameritan y, tomando en cuenta que de entre aproximadamente 100 chicas esta camarera sobresalía, hice uso de mis mejores facultades, rollo y paciencia (lo cual implica inversión de $) hasta que logré llevarla hasta donde no la vieran para que perdiera la pena y allí pues nos agasajamos hasta donde era posible sin llegar hasta el final. La chica resultó bastante difícil a pesar de trabajar en ese lugar y lo supe no ese día sino por el trato que tuvimos el resto de la semana y por lo que pude averiguar adicionalmente.
Con la intención de librarse de la presión que ya ejercía sobre ella, la camarera rubia llamó a una amiga suya seguramente para que le hiciera el quite conmigo, pero en lugar de una ahora me agasajé con las dos, pasé horas entre besos y caricias y cada vez que la camarera rubia se iba al baño o por otra cosa, Jennifer le atoraba más al beso y al agarre y se mostraba bastante caliente y con ganas de salir, pero la verdad yo estaba ya muy entrado con la camarera rubia. Por ahora no hablaré más de la camarera rubia, pero dediqué un buen número de horas dentro y fuera del Solid Gold para ganarme su confianza y casi diría que su amistad, salimos juntos, me despidió en el aeropuerto y de plano me di cuenta de que es una niña para un plan muy diferente.
Como la camarera no soltó prenda el primer día (ni el resto de la semana), tuve que desquitarme con su amiga Jennifer, que sí hacía salidas. Salimos del Solid Gold como a las 4:30 de la mañana y nos fuimos directamente a mi hotel.
Debo decirles que en Argentina los hoteleros son bastante civilizados y conscientes, independientemente del número de estrellas que porten siempre te permiten llevar amigas con la única y razonable condición de que se registren (no cuesta más).
Ya dentro del hotel, Jennifer no se aguantaba de caliente, pero aún así accedió a que nos diéramos una duchita porque ya traía yo en la mente la idea de aventarme un buen sixty nine. Salimos de la ducha y ni me pidió permiso, se lanzó a jugar a la comidita. Tuve la suerte de aguantarle un buen rato (a pesar de venir ya bastante cachondeado por las dos minas) dándole a mi vez un buen trato. Hicimos de todo hasta que de plano ya se hizo de día. La niña se fue y si no la llamé nuevamente fue porque ya traía yo la idea de ampliar lo más posible mi colección de minas argentinas.
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